La realidad del aborto: nunca una solución, siempre una decepción

Por: Elisabet Bujons | España

La realidad del aborto nunca una solución siempre una decepción

El debate del aborto como derecho o delito está en el día a día de muchos países. Está presente tanto en países donde el aborto está prohibido y se exige una ley de “aborto despenalizado” como en países donde el aborto es un derecho, un acto libre (e incluso gratuito a veces) y se exige una “ley de aborto cero”. Bien pues, viendo este paradigma, uno puede llegar a pensar: Entonces, ¿por qué hay países que luchan por conseguir algo presente en otros países, cuando en estos países donde ya lo tienen, mucha gente no lo quiere? ¿Qué está pasando? ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo? ¿Merece la pena una ley de aborto libre? ¿Realmente nos hace a cada uno más libres? ¿Por qué hay tanto debate? Pues la verdad es que en algo donde no hay consenso, donde la ciencia y la moral parecen estar en posiciones opuestas (aunque no es verdad, ya que la ciencia aprueba y afirma que la vida humana empieza en el momento de la fecundación,  por mucho que algunos “científicos” afirmen lo contrario),  una reflexión objetiva por parte de cada uno es la solución, sin manipulaciones y sin caer en el relativismo. Y eso es lo que invito a hacer yo hoy a cada lector.

Personalmente pienso, y sin intención de presentar una teoría conspiratoria, que estamos siendo manipulados de nuevo por un sistema que intenta hacernos creer que el aborto no tiene consecuencias, que es un acto “natural”, y que cada uno puede servirse de los avances de las técnicas abortistas para su propio bienestar. Pero la realidad es que un país que acepta el aborto es un país sin escrúpulos, un país frío, un país que cree que puede decidir sobre la vida de los más indefensos, de los “menos útiles”. Y el aborto sólo es un ejemplo.

La eutanasia, la trata de personas, el usar a los más necesitados para servir a los más poderosos son muchos más ejemplos que demuestran que lo que creemos que nos hace más libres, sólo nos hace más esclavos de un sistema donde nos hacen creer que el ser humano tiene derecho a ir en contra de la moral y además donde la información brilla por su ausencia, para así evitar que nos demos cuenta de las injusticias que consentimos todos día a día –  o ¿acaso en los abortorios se les informa a las mujeres de la técnica a la que van a ser sometidas? ¿Se les deja ver la ecografía de su bebé? ¿Se les deja escuchar el latido de su corazón? ¿Se les ofrece alternativas? La respuesta es no a todas las preguntas. ¿Y qué pasa cuando se toman decisiones que van en contra de la moral? Que encima nos permitimos el falso consuelo de “es legal, así que será que al fin y al cabo no es tan malo”. Pero, ¿en qué mundo vivimos? Un mundo donde una madre no ame a su hijo lo suficiente como para luchar por su vida, un mundo donde los médicos no luchen para salvar a sus pacientes si no para matarlos, un mundo donde los hijos no quieran lo suficiente a sus padres cuando son mayores, un mundo sin amor humano es un mundo destinado al fracaso. Pero aún podemos cambiarlo. Está en nuestras manos, en las manos de todos y cada uno, gritar a los cuatro vientos la verdad y abrir los ojos a un mundo de ciegos.

Invito a que cada uno piense cómo puede ser que nos hayamos convencido que matar a alguien humano, a un ser independiente desde el principio, que sólo necesita de su madre para crecer, tiene que ser un derecho. Y lo que es más fuerte todavía, cómo podemos haber obviado de nuestra mente que esa célula pequeña que se forma justo en el momento de la fecundación, esa diminuta célula llena de potencial, un día fuimos cada uno de nosotros. Permitir el aborto, legalizarlo, no ayudará nunca a ninguna mujer a solucionar sus problemas, a salir del agujero negro que la avoca a plantearse no conocer a su hijo. Porque aunque ese hijo esté enfermo, aunque sea fruto de una relación sexual fortuíta, o no consentida, aunque esa madre crea que no va a poder sacarlo adelante, esa madre ama a su hijo desde el momento que sabe que existe.

Por favor, no permitamos nunca que a esa madre se le olvide ese amor. No permitamos nunca que una madre sólo conozca el aborto como solución a un problema, porque una vida humana nunca es un «problema», venga en la situación en la que venga. Ayudémos a esas madres con soluciones reales. Porque una solución real no es aquella que le abandona a su suerte, que le pone en peligro, si no la que le arropa y le consigue más opciones. Está en nuestras manos.

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