Las mentiras del aborto en Chile

Por: Nicolás Fernández | Chile

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Llevamos meses debatiendo sobre el aborto en nuestro país. En pocos lugares del mundo se ha dado un debate tan largo e intenso como aquí. Cada cierto tiempo miles de personas salimos a las calles para pedirle a la Presidenta que no apruebe la ley de aborto.

Pero, tras tantos intentos fallidos ¿por qué la ley de aborto continúa su trámite en el Congreso? La respuesta es muy clara: con falacias y forzando el argumento. Así se ha hecho en todos los países del mundo que hoy tienen alguna ley de aborto. La base es elaborar un discurso emocional -ninguna persona podría negarse a apoyar el aborto en circunstancias en que la mujer sufre- el que lo hiciera sería un insensible. Luego se mencionan cifras muy elevadas de abortos ilegales, los que causarían gran mortalidad materna, así se crea una idea colectiva de que una ley permisiva de aborto solucionaría dicho problema. Lo que no mencionan, obviamente porque no les conviene, es que Chile tiene la tasa de mortalidad materna más baja de Latinoamérica, sólo superada por Canadá a nivel continental. Por ende, es falso que cada año mueran muchas mujeres a causa del aborto clandestino. Según un estudio publicado el 2014 en la revista de la Sociedad Chilena de Obstetricia y Ginecología, hoy en nuestro país, prácticamente, ninguna mujer muere por esta causa (una en cuatro millones de mujeres en edad fértil). Lo anterior demuestra que el aborto no es la verdadera causa de la baja mortalidad materna de aquellos países con aborto libre. La realidad de nuestro país desmitiente tal argumento.

Posteriormente, si la primera parte no funciona, significa que el discurso emocional no fue suficiente. Entonces vienen las situaciones dramáticas: riesgo de vida para la madre, malformaciones congénitas letales y los casos de violación. Las tres causales que contempla el actual proyecto de ley discutido en el Congreso.  En circunstancias ¿quién se podría negar a eso? Se hace creer a la gente que muchas mujeres mueren todos los días por complicaciones de su embarazo, sin recibir atención. Pero eso también es mentira ¡sí, mentira!, los médicos saben que tienen que aplicar toda la terapia necesaria para salvar la vida de la madre y de su hijo ante una posible complicación, incluso si como consecuencia de dicho tratamiento se produjera de forma no buscada, la muerte del nasciturus. No hacerlo sería faltar a la lex artis médica. No hay que confundir el concepto de interrupción del embarazo, práctica habitual en obstetricia; con practicar un aborto. El primero es siempre un acto médico, lo buscado es un acto bueno: salvar la vida de ambos. En el segundo, el objetivo es terminar con la vida del hijo en gestación, cosa que nunca ha sido un acto médico. Los fines importan y sobre todo en esta materia.

En el caso de las malformaciones congénitas letales se esconde un trasfondo muy profundo y oscuro: las personas gravemente enfermas no tienen la misma dignidad y derechos que aquellas que no lo están. En el fondo, aunque lo nieguen, ese es el argumento detrás de esta causal. Pero lógicamente no lo pueden decir, sería transparentar mucho su postura y, evidentemente, no es lo que quieren.

Para mayor abundamiento hay muchos casos de niños que fueron diagnosticados como incompatibles con la vida extrauterina, y que hoy tienen meses o incluso años. Lo cierto es que realizar un diagnóstico certero, con un 100% de asertividad, es prácticamente imposible, incluso con la tecnología que contamos y así lo han reconocido los especialistas materno-fetales de nuestro país.

¿Recetaría usted paracetamol si supiera que en el 40% de los casos provocará una hemorragia? Le aseguro que no. Pero aun así, se pide a los obstetras que provoquen abortos con diagnóstico de malformación incompatible con la vida extrauterina sabiendo que en un porcentaje importante de los casos ese diagnóstico será erróneo. No es por poca experiencia de los profesionales, es porque la medicina se basa en probabilidades y un diagnóstico es eso. Nunca habrá suficiente certeza como para disponer de la vida de otro ser humano.

La tercera causal, que sin duda es una situación tremendamente dramática, lo único que logra es castigar a las víctimas -madre e hijo- y dejar impune al victimario. El único culpable de ese acto absolutamente reprochable es el violador y para él debería ser la sanción; no para la víctima llevándola a vivir un segundo trauma -el aborto- y mucho menos para su hijo que es completamente inocente e indefenso. Ambos, madre e hijo no pidieron estar ahí. ¿Acaso el origen de la concepción determina la dignidad de la persona?

Por ende, si ustedes creen que en su país no pueden permitir que se dé licencia para quitar vidas antes de que nazcan tienen todo el derecho a alzar la voz, como lo hemos hecho nosotros y a utilizar todos los mecanismos necesarios para impedir que se legalice el aborto. En caso contrario, sólo les queda sentarse a esperar como el lobby abortista sigue haciendo su trabajo, pero sin reclamar que no fue advertido cuando en 15 o 20 años más se esté discutiendo el aborto libre y ya sea demasiado tarde. Los invito a no rendirse y que nuestra experiencia en Chile sea fuente de inspiración.

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