No existe el derecho para matar a o para decidir sobre la vida de otro ser humano

Por: Fátima Arriaga

El tema de la defensa de la vida en todas sus etapas y el aborto, siguen siendo polémicos y puntos de debates, además de generar muchas más preguntas que intentan responderse desde muchas perspectivas a pesar de que para la mayoría de estas, ya existen respuestas incluso respaldadas por diversas áreas de la ciencia. Algunas de estas preguntas que con frecuencia suelen escucharse son las siguientes: ¿cuándo comienza la vida exactamente? ¿Cuándo una vida es sujeto de derechos o no? ¿Quién decide si una vida es sujeto o no de derechos y a partir de qué momento? ¿Qué es aborto y qué es interrupción del embarazo o son lo mismo? ¿Cuándo hablar de aborto o cuándo hablar de muerte fetal? ¿Cuál es la diferencia entre fecundación y concepción? Se podrían seguir planteando muchas más, sin embargo; el punto central de este artículo es hacer conciencia y un llamado para estar atentos del valor inestimable que tiene la vida de cualquier ser humano en todas sus etapas.

De acuerdo con diversas fuentes de información consultadas –bibliográficas impresas y digitales al alcance de todos y otras fuentes de información humanas mediante entrevistas con profesionales– la vida comienza desde el momento de la fecundación, cuando un gameto femenino y uno masculino se unen para dar lugar a la formación de un cigoto que es un nuevo ser vivo. Si algo es fecundo, en consecuencia, tiene la capacidad tanto de fecundar o ser fecundado, en otras palabras, de producir más vida, de producir más frutos, etc. En este sentido, es también necesario hablar de que ya existe un embrión en formación y desarrollo hasta las 8 semanas, periodo en el que se forman los principales órganos. Después de culminada esta etapa, y siguiendo el proceso ininterrumpido se le conocerá con el nombre de feto, (sin olvidar que se trata del mismo individuo). Una de las ciencias que profundiza sobre el tema es la embriología con el estudio de las primeras ocho semanas de desarrollo de la vida del ser humano que inició con la fecundación, así como también; de estudiar la morfogénesis, desarrollo embrionario y nervioso desde la gametogénesis hasta el nacimiento.

Las diversas áreas de la ciencia y de la medicina que estudian estas temáticas, hablan de los mismos procesos de desarrollo de los seres vivos, especialmente de los seres humanos. Entonces, ¿una vida que inicia a desarrollarse desde el momento de la fecundación se puede considerar ser humano? La respuesta es tajante y clara: sí, es un ser humano en formación y desarrollo. ¿Vale la pena defenderla desde su primera etapa de origen y desarrollo? La respuesta también es tajante y clara: sí, lo vale. Y es asombroso que con todo lo que la misma naturaleza y la ciencia dicen y evidencian, se continúe pensando y difundiendo que en principio un ser humano no es humano sino un “saco o bolsa de células”, teniendo en consideración que una célula es la unidad anatómica fundamental de todos los organismos vivos, que tiene una estructura y que es funcional. Una célula es el elemento más pequeño al que se le puede considerar un ser vivo por las características que posee. Decir entonces que un humano que ha empezado a formarse es solamente un “saco de células”, lo considero una real contrariedad de quienes aún ponen en duda que la vida se inicia desde el momento de la fecundación y están a favor del aborto y su despenalización.

El aborto se define, comúnmente, como la interrupción del embarazo ya sea de forma involuntaria o voluntaria hasta las 20 semanas. Aborto es interrumpir, que, según su etimología, hace referencia a romper o cortar en pedazos, impedir que algo continúe. Tomando como referencia lo anterior, después de ese plazo de 20 semanas ya no solamente se puede hablar de abortar sino, de muerte fetal. Esta última no puede darse únicamente de manera espontánea, sino también provocarse dentro del útero de la mujer después de las 20 semanas o cinco meses de gestación. Si el término “aborto” (que ya es cruel solo con escucharlo o leerlo) no nos dice nada, pensemos entonces en “muerte fetal” que, en todo caso, sería el término correcto para un procedimiento que busca acabar con la vida de un ser humano después de 20 semanas, periodo en el que cuenta con un peso aproximado de 500 gramos, y algo no menos importante es que en ese momento de desarrollo gestacional, tiene la posibilidad de vivir fuera del útero. Sin ser médico ni especialista en áreas afines a la medicina, como ser humano, como mujer, como madre, como educadora y ciudadana, puedo discernir, ver y entender estos hechos fehacientes que la naturaleza brinda. Por sentido común y humanidad; por la perfección y sabiduría de la naturaleza evidenciada a través de estos y otros hechos de los que hago mención, creo firmemente que sí vale la pena realizar y emprender todos los esfuerzos necesarios para defender el derecho de nacer y de vivir de esos seres humanos que están en desarrollo en el vientre materno, además de garantizar la salud y protección integral a las mujeres gestantes para que puedan llevar a buen término sus embarazos. Toda vida es valiosa, independientemente de la manera en la que haya sido concebida.

Hay que pensar y analizar detenidamente: ¿cómo es posible que se hagan esfuerzos incansables por aprobar la despenalización del aborto, pero no se hacen esos mismos esfuerzos incansables por aprobar verdaderas políticas públicas que garanticen la protección de las niñas y de las mujeres, así como el acceso a los servicios de salud pública de calidad? ¿Cómo es posible pensar en defender el derecho al aborto (libre o bajo cuatro causales) que no es otra cosa sino matar a un ser humano, pero no se piensa en seguir defendiendo y garantizando el derecho a la vida en todas sus etapas? Abogo al sentido común: no se pueden sustentar ni defender ni garantizar otros derechos cuando no somos capaces de sustentar, defender y garantizar el derecho a la vida, que es el derecho supremo sobre el que descansan las demás garantías individuales y derechos humanos. Creo que en lugar de despenalizar el aborto, aperturar clínicas abortistas y pagar a profesionales de la salud para que practiquen abortos y maten seres humanos yendo en contra de su propia vocación, lo más racional y humano sería buscar las mejoras del sistema judicial y de la aplicación de la ley, crear leyes que realmente velen por la salud de la mujer y de sus hijos esperando nacer, crear y aplicar leyes que protejan de manera integral a las niñas y mujeres de todas las edades; lo más humano y racional sería garantizar a las mujeres el acceso digno y de calidad a los servicios y centros de salud pública, aperturar o llevar si es posible centros de salud pública en todo el país para que las mujeres que no pueden viajar desde sus lugares de residencia hacia la ciudad, puedan tener sus controles prenatales y hacerse sus exámenes, de manera que  se pueda asegurar el verdadero bienestar de ellas mismas y de sus hijos. Esas serían soluciones más viables. Basta observar la realidad de nuestro país: algunas autoridades de salud han declarado muchas veces no tener capacidad para atender a toda la población ni los medicamentos suficientes ni los que se necesitan para tratar problemas de salud. Entonces, ¿será posible que si no tienen lo que se necesita para dar servicio de salud digno y de calidad a los usuarios que por diversas razones hacemos uso del sistema público de salud, sí tendrán la capacidad y los recursos para abrir clínicas de abortos, comprar medicamentos, maquinaria e instrumental para este fin y para pagar a médicos para que hagan abortos? Sería inhumano que algo así ocurriera porque lo realmente humano y digno sería, ofrecer un servicio de salud de calidad y con buen trato para todas las personas, hombres y mujeres por igual. Servicios de salud de calidad y con buen trato para las mujeres embarazadas y para sus hijos esperando nacer. Ese es el derecho que tienen todas las niñas y mujeres.

No existe el derecho para matar a o para decidir sobre la vida de otro ser humano. Y yo como mujer, no puedo decidir sobre mi vida si dentro de mi cuerpo hay una vida gestándose, que es una vida totalmente independiente de la mía. Esa vida, ese ser humano en formación y desarrollo, ya no es mi cuerpo, por lo tanto; no puedo ni debo decidir si vive o muere porque posee un código genético propio, con una identidad propia y única. Hay un ser humano en mi cuerpo que sí puede considerarse sujeto de derechos. Es necesario tomar conciencia de estos elementos antes de pensar en “soluciones” ante un “problema”. La solución no es el aborto ni el problema es la vida de un ser humano.

Por otra parte, desde el punto de vista de la educación, es común escuchar que se habla de educación sexual y reproductiva. Creo que más allá de hablar de educación sexual y reproductiva, se trata de dar una formación más integral y profunda, una formación y educación para la afectividad, en valores, en el fortalecimiento de la autoestima, en la verdadera autonomía y toma de decisiones responsablemente. No se trata solamente de hablar de sexo o genitalidad o de preservativos. Se trata de educar para el ejercicio correcto de la sexualidad, para prevenir relaciones sexuales sin amor, en donde una de las partes o ambas se miran como objetos de complacencia o de placer. Se trata como valor agregado, de hacer conciencia de que cada acción tiene una consecuencia. Una vez, finalizando un taller con mujeres jóvenes y madres solteras, al final de la jornada se me acercó una de las participantes y me dijo que, aunque esté bien hablar de sexualidad, genitalidad y métodos de anticoncepción, mejor sería recibir por encima de lo anterior “educación para la afectividad y la autoestima” y que los otros temas fueran un complemento. Desde la perspectiva en que ella intentó planteármelo, es necesario que las instituciones de salud y educación no solamente informen de cómo hacer una u otra cosa o de cómo emplear uno u otro método anticonceptivo, sino que; todos los que trabajamos en instituciones de salud y educación trascendamos hacia ese nivel en que niños, niñas, hombres y mujeres de todas las edades y estratos sociales, entendamos que nuestra sexualidad y genitalidad son dones y que deben ejercerse responsablemente y cuando en verdad entre un hombre y una mujer exista amor, no por mera satisfacción carnal o de placeres. El llamado es de nuevo a atender de manera integral el tema y no proponer opciones y alternativas que lejos de ayudar, van en detrimento de la integridad de las niñas y de las mujeres. Si realmente importan tanto, hay que dar un abordaje integral a la situación. Con el aborto no se solucionará ninguna de las situaciones. Sería fragmentar aún más a nuestra sociedad que, diversos temas como la violencia, ideologías políticas, la “lucha de clases sociales” o el discurso de “ricos y pobres”, por citar algunos ejemplos; han desunido y dividido a nuestro país.

Es una pena que incluso los ejemplos anteriores formen parte de la retórica que pretende justificar el aborto (libre o atendiendo a cuatro causales) en el país. Llegar al punto de afirmar que una mujer con dinero puede pagar por abortar para salvar su salud y su vida, mientras que una mujer pobre no puede pagar el aborto para salvar su salud y su vida y que por esta razón debe buscar un lugar clandestino para hacérselo, es un argumento que carece de sentido común y de validez porque volvemos al punto: si la mujer pobre no tiene acceso inmediato a servicios de salud pública porque vive en un lugar recóndito donde no hay unidades de salud ni hospitales, es necesario llevar esos servicios de salud hacia donde está ella o abrir centros de salud para que se ponga en control prenatal, para detectar a tiempo alguna complicación que pudiera tener en su embarazo y hacer que este llegue a buen término. Hay que recordar que antes de ser ricos o pobres o de atribuirnos cualquier otra categorización, todos somos seres humanos. Y eso no responde a ninguna clasificación.

Los discursos, justificaciones y argumentos para una despenalización del aborto en El Salvador siguen y continuarán siendo muchos y diversos. Escuchamos anteriormente una posible despenalización del aborto en cuatro causales: cuando la vida y la salud de la mujer corran peligro; cuando el embarazo sea fruto de violación sexual o trata de personas; cuando exista una malformación del feto que haga inviable la vida fuera del útero; en casos de violación contra menores de edad o estupro (relaciones sexuales de adultos con menores de edad). Si desglosamos cada una de esas causales en función de la no despenalización del aborto podríamos considerar algunos elementos como los siguientes:

  1. Cuando la vida y la salud de la mujer corran peligro. Retomo lo que he mencionado sobre asegurar que todas las mujeres cuenten con el acceso digno y de calidad al sistema de salud público, garantizándoles a las gestantes, todos sus controles, chequeos y exámenes médicos para diagnosticar y tratar a tiempo alguna complicación que pudiera estar sufriendo tanto ella como el hijo que está en su vientre. No se puede pensar en salvar la vida de un ser humano en detrimento de la vida de otro. Si no se han agotado todos los medios humanamente posibles para preservar la vida de la madre y del hijo en formación, no se puede pensar en otras alternativas. De forma premeditada no se puede considerar el aborto como la opción para preservar la vida de la madre. Las dos vidas son igualmente valiosas.
  2. Cuando el embarazo sea fruto de violación sexual o trata de personas en casos de violación contra menores de edad o estupro (relaciones sexuales de adultos con menores de edad). En ambas causales, se trata de identificar que existe una víctima, un culpable o agresor y también, un tercer elemento: un inocente, que es la vida del no nacido. ¿Por qué optar por matar al inocente? El sistema judicial y las leyes, cobran un papel preponderante en este punto porque a quien debe aplicársele la ley y las sentencias que estas dicten, es al violador, agresor o agresores. Y a la víctima se le debe garantizar protección y apoyo mediante las entidades encargadas e instancias legales en todas las áreas en las que sea necesario. Finalmente, el inocente debe también ser protegido y reconocido porque ya es un ser humano formándose, de hecho; el artículo 1 de la Constitución de la República de El Salvador lo establece en el Título I y capítulo único sobre la persona humana y los fines del Estado[1]. Por lo tanto, el Estado y las instituciones estatales deben asegurar el bienestar de ese nuevo ser humano en formación y desarrollo. Es un ser inocente y no pidió ser concebido de una manera u otra, especialmente no de una manera tan brutal. Se le debe preservar la vida. No se puede hablar de despenalizar el aborto en este caso porque, el aborto no es la cura para quitar ni el dolor físico ni emocional ni psicológico ocasionado por una violación, o un estupro en el caso de las niñas. Un trauma o un dolor no se puede sanar generando un trauma o un dolor aún más profundo e impactante para la mujer. Por el contrario, tendrá aún más complicaciones físicas y psicológicas que quedan después de que una mujer ha abortado. Tanto las instancias que se encargan de velar por la salud física y mental, como las judiciales, tienen un rol determinante para dar apoyo a las víctimas. Si una mujer y una niña no pueden quedarse con el hijo concebido de estas maneras, puede darlo en adopción, pero no inducirlas a que busquen el aborto como solución. Hay muchos matrimonios que desean tener una familia y por razones diversas no pueden hijos. La oscuridad de unos, puede ser la luz y esperanza para otros.
  3. Cuando exista una malformación del feto que haga inviable la vida fuera del útero. Se ha pretendido justificar el aborto bajo esta causal y uno de los nombres que se le ha dado es “aborto eugenésico”, es decir, el que tiene como criterio dejar nacer únicamente a los sanos, pero no a los que están enfermos, con malformaciones o con pocas esperanzas de vida fuera del útero. Pensar en una justificación como esta para despenalizar el aborto bajo esta causal sería traer un nuevo holocausto, en el cual; las condiciones no serían raciales o de credos religiosos, sino; serían el que un ser humano en formación esté sano y sin ningún tipo de enfermedad o malformación para que pueda vivir contra aquel ser humano en gestación con enfermedad, discapacidad o malformación. A este último no se le dejará nacer porque “sus condiciones no lo permiten y harían inviable continuar con el embarazo”. Algo completamente fuera de lugar, tomando en cuenta que la medicina ha avanzado mucho y que se pueden diagnosticar enfermedades, discapacidades o malformaciones antes de que un embarazo llegue a término y se les pueda dar tanto a la madre como al feto, la atención y cuidados de salud necesarios. En este sentido, volvemos al punto: es necesario promover acceso a servicios de salud pública integrales. No es la solución el aborto. Además, sería absurdo pensar que un ser humano tiene más dignidad que otro solo porque está sano.

Podría seguir profundizando y ahondando más en el tema. Sé de sobra que muchos no estarán de acuerdo con mis argumentos, y hasta podrían atacarme en el intento de defender o imponer sus ideas y argumentos propios. Pero, no se trata de ideas ni de argumentos, lo más importante en torno a todo esto, es la vida de seres humanos que comienza desde el momento de la fecundación. No hablo de creencias religiosas, hablo de hechos y procesos que la misma naturaleza y la ciencia nos muestran todos los días. Si no defendemos la vida, no tiene sentido defender otros derechos, mucho menos aquellas acciones que se venden y propagan como derechos, libertades y garantías individuales pero que bajo ningún concepto lo son ni lo serán. Existe el derecho a vivir, y el hogar más seguro que un hijo puede tener desde el momento en que ha sido originado y fecundado, es el vientre materno. Por lo tanto, hay que velar por la salud y la seguridad de la madre y del hijo en formación. Digamos “Sí” a las dos vidas. Toda vida es valiosa.


[1] El Salvador reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del Estado, que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común. ASIMISMO, RECONOCE COMO PERSONA HUMANA A TODO SER HUMANO DESDE EL INSTANTE DE LA CONCEPCIÓN. En consecuencia, es obligación del Estado asegurar a los habitantes de la República, el goce de la libertad, la salud, la cultura, el bienestar económico y la justicia social.

(Agradezco de manera especial por la revisión del artículo a P. Jorge Alvarenga, Licenciado en bioética, graduado del Ateneo Pontificio “Regina Apostolorum”, Roma, Italia; además, autor del libro “Defendiendo el don de la vida”, y a todos los profesionales de la ciencia y la salud que tomaron a bien apoyarme y asesorarme.).

 

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