Nunca es tarde para corregir el camino

Conozca el testimonio de una mujer a quien le hicieron mucho daño en varias etapas de su vida. Tomar las decisiones correctas no es fácil, pero a largo plazo es muy gratificante. Apostar por la vida, es la mejor decisión.

Desde muy pequeña yo siempre tuve una vida muy complicada. Recuerdo que mi mamá me dejó bajo el cuido de mi abuela desde bebé junto con mis dos hermanos para que ella pudiera a irse al trabajo. Como toda niña siempre sentí la necesidad de pasar más tiempo con mi mamá; lastimosamente mi madre fue la primera persona en lastimarme con gritos, insultos y golpes. Eso me provocó siempre sentirme como la menos querida de sus hijos.

Cuando yo tenía más o menos siete u ocho años nos fuimos a vivir a otra casa: mi mamá, mis hermanos, mi padrastro y yo. Tras dos meses todo iba bien, aunque a veces mi padrastro llegaba borracho y nos molestaba; pero eso no fue lo peor, en una ocasión las cosas se agravaron. Un día mi padrastro me empezó a tocar; me besaba y me decía que yo no tenía que decir nada; me amenazaba que si yo le contaba a mi mamá lo que él me hacía ella entonces en consecuencia me castigaría físicamente. También me anticipaba que si ella se enojaba con él yo me iba a quedar sin papá. Debo decir que tener papá fue algo soñado, porque el mío me abandonó.

Varios meses pasaron donde mi padrastro me llegaba a tocar borracho, y él no siempre lograba lo que quería. Pero un día lo consiguió, yo solo lloré al verme sangre, luego el dolor era muy fuerte. Después de eso yo le tenía terror a ese hombre, en la pre-adolescencia yo me seguía orinando en la cama, mi mamá me castigaba físicamente por ello pensando que lo hacía por ser perezosa, pero no; ahora me doy cuenta que ella me agredía también por sufrir de problemas psicológicos.

Pasaron los años y yo nunca se lo dije a nadie, y él continuó agrendiéndome sexualmente.

Muchas veces pensé en irme de casa, en el suicidio, me sentía sucia; mi mamá cada vez se hallaba más alejada de mí en cuanto a comunicación y comprensión. Cuando tenía 13 años mi padrastro se fue a Estados Unidos; justo en el día de su partida yo lloré mucho. Todos pensaron que no asimilaba su partida, pero mis lágrimas fueron de felicidad. Al fin tendría paz.

Nunca superé sus agresiones, cuando tuve 18 años de edad empecé a consumir bebidas alcohólicas, pensaba en ello y lloraba; me preguntaba por qué me hizo eso siendo una niña.

Considero que siempre estuve rodeada de hombres abusivos; mis relaciones fueron todas tóxicas y me cerré a la posibilidad de tener hijos por temor a tener una niña y que sufriera lo mismo que yo. O, por el contrario, si se trataba de un niño temía que años después se convirtiera en un monstruo, así como lo fueron los hombres que pasaron por mi vida.

Recuerdo que tuve una relación donde fui violentada en todas las formas cuando tenía 22 ó 23 años; mi novio me pegaba, me violaba porque yo lo amenazaba con cortarlo (dejarlo). Él me tenía amenazada a mí y a mis hermanos, fue algo horrible. Hago memoria y solo tenía una «amiga» que me aconsejaba con palabras como: “Vos tenés la culpa por dejarte, hacele caso él es tu marido…”.

Dios en verdad me dio fuerzas para salir de aquella situación con mi exnovio. Me costó mucho, pero deje el miedo y lo abandoné; caí en cuenta que sus palabras fueron simples amenazas, sabía que no haría nada, pero tuve mucho miedo tras tomar aquella decisión.

Pese a todo manifiesto que continué con mi vida sumergida en el alcoholismo. Entonces empecé otra relación, pero esta vez con un hombre mentiroso, él decía que estaba casado y fingía no estarlo. Mi temor a un embarazo me llevó a buscar ayuda para planificar, y así fue. Pero pensaba una y otra vez: “Si algo sale mal con las pastillas y quedó embarazada no sé qué haré ¿qué le diría a mi mamá?”. Ese era mi mayor temor, pese a ello nunca pensé en abortar.

Pasó esa relación y luego de un año conocí a un hombre en el lugar donde trabajaba. Desde que nos conocimos, nos llevamos súper bien, nos hicimos los mejores amigos, nos contábamos todo y él supo toda mi historia. Él nunca me juzgó y siempre me apoyó, también me ayudó a beber y fumar menos. Dos años después nos hicimos novios y al poco tiempo tomamos la decisión de ser padres; siendo sincera yo moría de miedo y nervios, pero no nos costó mucho lograr el embarazo. Los temores se habían ido.

Ahora con mi pareja estamos más que felices, di a luz a un niño hermoso; este pequeño me ha devuelto la vida y las ganas de luchar. Siempre tuve rencor contra mi madre, sentía que todo era su culpa, pero ahora yo le he perdonado eso, me siento libre y feliz. Estoy completa con mi hijo, con mi pareja.

Francamente solo la mujer quien ha visto unos ojitos llenos de ternura y unas mini manitas preciosas sabe lo que significa el verdadero amor. Creo si lo hubiese tenido en otras circunstancias a mi hijo, el solo verlo siempre me hubiera llenado de amor igual que ahora. No hay bendición más grande que ser madre y poder ser yo quien pueda guiar a mi hijo por el buen camino, con principios, valores y siempre de la mano de Dios.

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