La dignidad de la persona humana

Por: Roberto Leiva |  El Salvador

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El valor de la dignidad, y aún más, en el ser humano; es un agenda de vital importancia para el reconocimiento de derechos y deberes. Reconocer, respetar y preservar la dignidad de las personas, es un duro reto en la sociedad actual, donde no se sabe actuar con coherencia sobre el tema.

Según la ponencia del Dr. Carlos Mayora Re: «Dignidad de la persona y naturaleza humana», hay un deterioro, o una destrucción de la identidad en el ser humano.

Uno de los ejemplos más claro de ello, es la analogía que se puede hacer entre el «Holocausto Judío, millones de seres humanos asesinados durante la última guerra mundial» y el «Holocausto del aborto, millones de seres humanos asesinados antes de su concepción fuera del vientre de la madres a nivel mundial».

El contemplar el valor de la «Dignidad humana», no es solo cuestión de creer, sino también de reconocerla como tal, para así no ser indiferentes a su calidad, su fuerza. Muchos creen conocer la dignidad humana, pero en diversas ocasiones donde la propia o la ajena está en juego, no preven el sentido, la dimensión completo de lo que involucra.

El filósofo Inmanuel Kant en uno de sus postulados, sobre ética, reconoce que el ser humano es el fin en sí mismo, y no un medio para alcanzar fines. Es decir, nosotros como seres humanos, no somos objetos con una utilidad, nuestra complejidad no termina ahí. La dignidad humana nos da aún más carácter que la utilidad misma puede brindar.

Mayora Re destaca que para poder asumir un sentido más completo de la dignidad humana, hay que empezar por respetar, amar  y preservar la vida propia. «Quien no valora su vida lo ‘suficiente’, no es capaz de de valorar la de los demás; y casos verídicos con respecto a ello, sobran para citar.

Si usted no es capaz de valorar a su prójimo, con todo y sus defectos; sino es capaz de valorar la vida del otro, preocúpese; con mucha probabilidad tampoco valora la suya, aunque crea lo contrario. Haga un alto y replantéese si valora su vida como tal, si le da igual, o si poco le importa.

La dignidad, es el superlativo del valor, su máxima expresión. Tanto usted como yo, independiente de la condición física o psicológica, tenemos el mismo valor como los restantes más de 6 mi millones de habitantes del mundo.

«El ladrón juzga por su condición». Si alguien se ve mal, verá mal a todos.Y eso, poco ayuda en el colectivo a reconocer con propiedad el valor de la dignidad humana.

Nos admiramos de la tecnología y de sus avances increíbles día a día, pero no somos capaces, de valorar el milagro de la vida, y el reto que involucra disfrutarla, enfrentarla y aprovecharla. El ser humano ha desviado la mirada de lo que tiene infinito valor, la persona. Y ha dado más valor a otras cosas, ridículamente, hasta invenciones propias.

La dignidad humana, no reconoce credo, etnia ni ninguna otra característica que nos diferencia de alguna forma unos con otros. Sin embargo, algunos intereses particulares, y otros colectivos, hacen creer que la dignidad humana es un valor que uno adquiere en la medida que actúa con coherencia o conocimiento. La dignidad es intrínseca al ser humano, en la etapa en la que esté (No nacido, recién nacido, infante, adolescente…

El reconocimiento de la dignidad humana para los no nacidos, es una agenda pendiente, para crear consciencia popular.

Bajo supuestos «criterios científicos», organizaciones como Amnistía Internacional intentan con todos los recursos que tienen, desinformar a la población con poca instrucción para desconocer la dignidad que posee el no nacido, para promover bajo nombres concretos, prácticas abortivas.

Hay escenarios más complejos que retan al verdadero reconocimiento de la dignidad humana. Por ejemplo en Albania, uno de los países más pobres en economía en Europa, hay en la sociedad una herencia cultural que data desde la edad media en dicho país: «El nacimiento de varones son una alegría para cualquier familia, el de las niñas, no».

Este pensamiento terrible, obliga a miles de mujeres a abortar cuando sabe que engendrará una niña, todo por culpa del pensamiento machista que domina a la sociedad albana. Claramente no hay respeto alguno por la dignidad humana en este caso.

Casos así, denominados como extremos a partir de nuestra experiencia cultural, deben servir como reflexión; pero también debe funcionar para ser más críticos en cuánto cómo valoramos la dignidad humana en nuestras vidas y en la ajenas.

Respétese, ámese, que de eso depende mucho de cuánto lo hará con quienes le rodeen, siempre.

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